martes, 18 de febrero de 2020

Antepasados

Alguna vez leí que los japoneses hacen un culto de sus muertos, de los muertos de su familia; les dedican Templos a su memoria en los cuales oran, a los cuales recurren a rendir homenaje, pedir consejos, etc. En lo antiguo de su cultura descubrieron que era una buena forma de definir, o ayudar a definir, su identidad como pueblo.
En antropología se estudia como una señal de civilización humana la costumbre de "enterrar los muertos", de evitar que los despojos inertes se pudran solos a la intemperie o sean devorados por animales carroñeros e insectos; es decir que es un avance en la civilización humana respetar a quienes nos han precedido, nuestros antepasados, nuestra historia.
Muchos de nosotros hemos escuchado historias de nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, etc. que han venido a nuestra tierra a "hacerse la América", personalmente crecí orgulloso de mi abuelo materno de origen vasco, de mis abuelos paternos de origen italiano y de mi abuela materna con varias generaciones de permanencia en Argentina y, seguramente, algún antepasado americano del cual no tenemos noticia cierta; me fasciné escuchando historias de mi tío vasco cuya familia había venido de España a principios del siglo XX y escuchando lo que contaba mi tío de sus padres judíos o las historias de mi otro tío sobre sus padres lituanos; no debería olvida a mi tía correntina, ya que siempre se consideraron un país diferente que nos ayudaría en la guerra(1). La hermana de mi mamá se casó con un descendiente de árabes y desarrollamos lazos muy fuertes con esa comunidad al ser mis primos de mi misma generación, los primos de ellos jugaban conmigo cuando éramos chicos y siempre fuimos muy cercanos con todos ellos.

Con todo esto deseo expresar que pienso que somos un país de inmigrantes, estamos hechos de combinaciones de gente de los pueblos más diversos y me parece que no deberíamos aceptar alegremente que se denoste a toda una comunidad gratuitamente. Celebro y aplaudo que nuestra sociedad haya ganado, para las minorías, la capacidad de expresar su identidad como lo desee, celebro que haya gente que se ocupe de que esos derechos no sean vulnerados. Con el mismo entusiasmo que celebro estas libertades ajenas exijo que sean respetados mis antepasados y los de tantos otros que, con solo la esperanza, una voluntad de hierro y una capacidad de trabajo inmensa han venido a construir nuestra patria y han formado parte de la génesis de lo que hoy es la sociedad argentina. Gente que cruzó el mundo sin saber con que se iban a encontrar e hizo su vida y educó a su familia en estas tierras no merece el disgusto de ser maltratada por alguien que no es capaz siquiera de leer algo de historia para conocer a sus antepasados.

Escuché a alguien decir hace poco que esta bendita Argentina ha dejado de ser la tierra de las oportunidades para convertirse en la tierra de los oportunistas. Propongo que no permitamos que los oportunistas se lleven nuestra historia, nuestros antepasados y ese respeto que merecen quienes solo han creído que el preámbulo de la Constitución donde dice: "...para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino..." era cierto.


(1) Siempre se decía: "Si Argentina entra en guerra, Corrientes la va a ayudar".

martes, 4 de febrero de 2020

Si la envidia fuese tiña...

Corría el año 1983 y se terminaba el año, éramos la última promoción de peritos mercantiles del Colegio Salesiano Ángel Zerda de Salta y, por supuesto, queríamos terminar el año con bombos y platillos. A alguien se le ocurrió representar la "Cantata al HIjo del Hombre"; algo así como una pequeña obra musical dedicada a la pasión de Jesucristo. Si tenemos en cuenta que todos los fines de año se arman obras tipo pesebres vivientes la verdad es que no debe haber sido nada extraordinario para el resto de la sociedad pero, para nosotros era algo único y revolucionario.


Hicimos dos presentaciones a sala llena en un lugar en el que cabían más de 1000 personas cobrando alimentos no perecederos como entradas y eramos, encima, artistas exitosos. Hasta nos ligamos un viaje al interior donde no tuvimos tanto éxito porque no había amigos ni familiares que vayan a vernos actuar pero, algún público tuvimos.

Traigo a colación la anécdota ya que fue la primera vez que escuché esto de "Si la envidia fuese tiña". Poncio Pilato preguntaba al pueblo de Jerusalén a quien debía liberar; las opciones eran dos: Jesús el Nazareno o Barrabás; un conocido delincuente. Para Pilato la cosa era un mero trámite que seguro iba a terminar con el pueblo clamando por su "rey", el nazareno pero, ante su sorpresa el pueblo comienza a pedir la liberación del delincuente y la crucifixión de Jesús. En esa circunstancia el romano sentencia: "Si la envidia fuese tiña, la tiña llenara calles de toda Jerusalén". La turba envidiaba algo de ese líder y pretendía vengarse de él.

Quizás porque era uno de los pocos diálogos no cantados, quizás por las veces que lo ensayamos, quizás porque yo actuaba como parte de ese cuerpo furibundo que pedía ajusticiar a Cristo, no se, pero me quedaron grabadas esas palabras que el autor de la cantata puso en boca de quien pasó a la historia cristiana como uno de los verdugos del mesías.

Lo cierto es que en aquel tiempo (1983) no tenía que era la tiña pero sonaba como algo muy feo que invadía a esa turba iracunda que solo quería, irracionalmente, patotear a un pobre hombre que no hacía mal a nadie. Con el tiempo aprendí que era la tiña e imaginé al pueblo judío de hace 2000 años sufriendo una epidemia, algo absolutamente desagradable y nunca pude disociar a la envidia de ese concepto; la envidia como algo desagradable y contagioso.

Siento a la envidia como ese sentimiento que nos hace odiar todo lo bueno que le pueda pasar a alguien (o algo de lo bueno que le pasa) sin importar nuestra propia realidad, ese sentimiento que no permite que disfrutemos de nuestros propios logros; la envidia nos hace aborrecer la suerte y logros ajenos y nos impide ver sus esfuerzos y en última instancia, la envidia no perjudica al envidiado y arruina la vida del envidioso.

Sería bueno poder vivir una vida totalmente libre de envidia, sería excelente que todos y cada uno vivamos la vida propia sin importar la ajena y, en todo caso, disfrutar de los logros ajenos de seres cercanos que los harán un poco más felices. Evitemos a la tiña en nuestra vida.